Reseña: La columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz, Francisco Espinosa Maestre (2003)

Los primeros compases de la Guerra Civil española tuvieron como protagonista en la zona sur occidental de la península un elemento: la columna de la muerte; la columna del ejército nacional que iba sembrando terror por todos los pueblos que dejaba a su paso. La represión sobre población civil no sobrevino al final de la guerra, ni si quiera unos meses después del comienzo de la misma; las primeras semanas de esta ya estuvieron repletas de violencia, fusilamientos, violaciones… La represión no fue una consecuencia de la guerra, sino una de sus razones explicativas fundamentales.

Francisco Espinosa, natural de Villafranca de los Barros (Badajoz), es un historiador perteneciente al grupo de investigadores que desde los años 80 renovaron el estudio de la guerra civil y penetraron por primera vez en su capítulo más negro: la represión. Entre sus trabajos habría que señalar Sevilla, 1936. Sublevación fascista y represión (junto con A. Braojos y Leandro Álvarez, 1990), La guerra civil en Huelva (1996) –reeditada en tres ocasiones-, La justicia de Queipo (2000) –una primera aproximación a la mecánica judicial-militar en los dominios de Queipo- y “Julio del 36. Golpe militar y plan de exterminio”, ensayo incluido en la obra colectiva coordinada por Julián Casanova Morir, matar, sobrevivir (Crítica, 2002).

En este documento reseñamos su obra La columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz. Es una obra que trata la Guerra Civil española,  centrándose principalmente en la actividad de la conocida como “columna de la muerte”, las tropas franquistas que desde Sevilla se dirigieron por Extremadura hacia Madrid. Serán los planes en torno a la preparación de esta columna, la represión ejercida por la misma en la toma de los pueblos extremeños a su paso y por último, la matanza que llevaron a cabo en la ciudad de Badajoz los temas de estudio que recoja la obra.

En primer lugar debemos destacar el prólogo, escrito por el historiador Josep Fontana, el cual en sí mismo constituye ya la señal de que la obra que tenemos en nuestras manos no dejará indiferente a ningún lector. Y es que Fontana viene a hacer hincapié en sus líneas en lo que va a ser lo más importante de esta obra, el valor para con la memoria histórica de las víctimas de la represión franquista en Badajoz. Así, en la página catorce, dice literalmente: “Cuando se habla de la necesidad de superar con el olvido las heridas de la guerra civil y del franquismo se comete un error y una injusticia. Porque el olvido solo debe producirse después de que se haya establecido la realidad de lo ocurrido y se haya hecho justicia, por lo menos en su memoria, a las víctimas. Una cosa es renunciar a la venganza, como debe hacerse, y otra muy distinta promover el olvido dando por válidas las mentiras y deformaciones con que se ocultó cuidadosamente la verdad.”.

En este sentido, Francisco Espinosa nos ofrece una obra, como decimos, repleta de reparación y justicia para con las víctimas. La necesidad de desterrar la historia oficial fabricada por el régimen o la versión “edulcorada” de la Guerra Civil que nos ofreció la Transición, en la que ambos bandos aparecían como responsables de la contienda, además de ser primordial y un objetivo pendiente todavía en muchos ámbitos (como por ejemplo en los libros escolares, donde apenas se incluyen referencias a la memoria histórica) es síntoma de que los historiadores e historiadoras tenemos una deuda con la historia verdadera de la Guerra Civil.

Decimos esto porque tras la lectura de la obra de Francisco Espinosa, vemos claro que cada región de España debería tener un estudio tan minucioso, profundo y respetuoso como el que el autor hace en estas páginas sobre la represión vivida en los pueblos extremeños, y aún más, sobre la masacre de la ciudad de Badajoz.

La obra tiene una estructura totalmente académica: índice de siglas, extensas notas, al igual que la bibliografía (con más de sesenta títulos), mapas y ocho anexos, de los que hablaremos posteriormente, que constituyen una parte esencial de la obra. Dejando a un lado el prólogo y las reflexiones finales del autor, la obra se articula en cinco capítulos: El golpe de Queipo y el plan de Franco, La toma de Badajoz, El susto en el cuerpo, Operaciones secundarias y El 14 de agosto en Badajoz, entre la historia y la leyenda.

En el primero de estos capítulos el autor relata la planificación de la estrategia seguida por el bando nacional en la guerra. Sería desde Sevilla, una vez controlada por el general Queipo de Llano, desde donde el domingo dos de agosto -apenas unos diez días después de la sublevación, y ya con las tropas africanistas en la península- partiría la “columna Madrid” o la también conocida como “columna de la muerte”, por ser esto lo que irían sembrando a su paso. Así, Francisco Espinosa nos va relatando detalladamente los pueblos por los que pasa la columna: Santa Olalla, Zafra, Almendralejo… El autor va explicando los sucesos que habían ocurrido en cada uno de estos pueblos, por ejemplo, qué había ocurrido con los presos derechistas (ese tan mitificado “terror rojo”) y qué era lo que ocurría con la llegada de la columna. Lo que viene a dejarnos claro Francisco Espinosa cuando nos habla de estos primeros pasos de la columna es que la violencia formaba parte del proyecto inicial de los sublevados, dispuestos a exterminar a todos aquellos elementos de la sociedad española que habían contribuido con el régimen republicano.

En el segundo capítulo, asistimos a la toma de Mérida, pues esta era clave para el sometimiento de Badajoz. En este momento, el general Yagüe es designado jefe de las columnas que se dirigían hacia Madrid, el mismo sería posteriormente conocido como “el carnicero de Badajoz”. Anteriormente la dirección de la columna había recaído en los generales Asensio y Castejón. En estas páginas también se habla de la ciudad de Badajoz, y cómo la misma no había apoyado la sublevación del ejército nacional. Al final del capítulo, se relata la toma de la ciudad de Badajoz por parte de las tropas franquistas.

En el capítulo número tres Francisco Espinosa sigue explicando la situación en la que queda Badajoz tras la toma y cómo algunos de sus habitantes van a huir al país vecino, Portugal, a veces con peores consecuencias. Mientras tanto, en la ciudad de Badajoz, los militares que se habían negado a sublevarse y se habían mantenido fieles a la República y los civiles que habían defendido su ciudad sufrirían las consecuencias. Son muy numerosos los fragmentos que se incluyen en la obra sobre testimonios reales, bandos de guerra, etc. que ayudan a comprender mejor la situación y el clima que se vivía en aquellos momentos.

Si minucioso ha sido el relato hasta aquí esbozado por el autor sobre las actuaciones militares de la columna en Badajoz, Francisco Espinosa mantiene la misma línea para relatar en el cuarto capítulo las operaciones secundarias. Es decir, la conquista de esas poblaciones que habían quedado fuera de la línea Sevilla-Mérida-Badajoz. Hablamos sobre todo de los pueblos que se extendían al sur de Badajoz hasta la frontera con Huelva, con la raya de Portugal a un lado y la vieja ruta de la Plata al otro. Dicho territorio equivalía a la mitad de la provincia y contenía más de la mitad de sus pueblos. Podríamos llegar a pensar que como estos pueblos ya no constituían elementos estratégicos para el camino de la columna hacia la capital del país, su conquista se haría con un menor grado de represión y violencia. Y sin embargo, nada más lejos de la realidad, entre la última quincena de agosto y los primeros veinte días del mes de septiembre estas poblaciones fueron tomadas “a sangre y fuego”. Francisco Espinosa, habiendo realizado un estudio minucioso pueblo a pueblo nos expone en estas páginas todos los datos de su investigación.

El colofón narrativo llega en el último capítulo, El 14 de agosto en Badajoz, entre la historia y la leyenda, donde el autor relata la masacre llevada a cabo los días posteriores a la batalla de Badajoz contra los civiles y militares defensores de la República. Sería mayoritariamente a través de corresponsales de guerra extranjeros y fotógrafos como se darían a conocer los hechos de la matanza. Unos crímenes sobre los que ha habido y hay aún mucha discusión sobre las cifras. La masacre fue tal que ha sido calificada por varias asociaciones de derechos humanos como crímenes contra la humanidad.

Lo peor de todo es que quinientas páginas solo recogen la represión de una zona, en este caso Badajoz, durante un periodo de tiempo concreto, las primeras semanas de la Guerra Civil. ¿Cuántas páginas harán falta para recoger todos los asesinatos llevados a cabo por el franquismo? En cuantas zonas, cuantas semanas –incluso una vez acabada la guerra-… Las matanzas y masacres vividas en la retaguardia de la guerra constituyen ejemplos de la violencia sistemática que se practicó desde el comienzo de la Guerra Civil. Las columnas, en especial, actuaban como auténticos ejércitos de ocupación. Además, tal y como señala Francisco Espinosa en las reflexiones finales de la obra, podemos decir que estas constituyeron toda una cultura de la violencia (página 261): “Tras la guerra no llegó paz alguna, sino que se mantuvo el plan de exterminio iniciado el 17 de julio en Melilla”.

Este plan de exterminio, llevado a cabo por la columna de la muerte en toda la provincia y especialmente en la ciudad de Badajoz supone uno de los episodios a la vez más trágico y a la vez más olvidado de la Guerra Civil española. Episodios como la masacre de Badajoz o la masacre de la carretera Málaga-Almería deben ser aún objetos de estudio para clarificar, al menos, cuántas personas perdieron ahí sus vidas. Ya lo señala el autor en la introducción del libro (página 29): “Frente a los lugares de memoria existentes en algunos países europeos, una de las aportaciones españolas al gran debate sobre la memoria histórica parece ser los lugares de olvido, de los que Badajoz se ha convertido en supremo paradigma”.

La obra de Francisco Espinosa se revela interesante en el sentido en que lleva el estudio de la represión más allá del debate sobre las cifras, para ahondar en la naturaleza de la misma. Esa represión que fue llevada a cabo contra población civil, y que no se redujo a la muerte o a la cárcel, como extraemos de este pequeño fragmento de la página 205: “Continuamente le preguntaba a mi tío por las cosas que habían pasado en la guerra civil; me daba cuenta de que gracias a la guerra civil, mi abuelo y mi familia y los que en el pueblo eran como ellos habían conservado no solo sus propiedades, sino también su modo de vida, sus hábitos y costumbres convertidos en normas morales, para ellos sagradas; y pensaba que el reparto de la propiedad de la tierra dejaba fuera de una forma de vida y de unas posibilidades, que eran las mías, a la inmensa mayoría de los hombres y mujeres extremeños, los mismos que todas las mañanas esperaban de pie en la plaza del mercado a que alguien les diera trabajo para ganar un jornal” (Alberto Oliart, Contra el olvido, pp. 188-189).

El autor incluye en la obra varias páginas con fotografías en las que aparece la columna, la represión en los pueblos, algunos generales en la toma de Badajoz, etc. Estas imágenes son fuentes que nos aportan aún más información. Pero aún de una manera mayor, encontramos información en los anexos que Francisco Espinosa ha incluido en la obra, donde destacamos las extensas listas con los nombres de las víctimas de la represión en la provincia, ordenadas por pueblos y fecha de la muerte. Podemos decir que el autor aúna dos partes diferenciadas en esta obra. Mientras en extensos capítulos relata todas los “operaciones y estrategias militares” de la columna, también incluye la memoria de las víctimas.

La obra recoge una investigación histórica con un tono muy cercano, queremos decir, con un lenguaje muy accesible. Si bien, creemos que es necesario tener un conocimiento previo sobre la Guerra Civil española para poder sacar de ella todo el partido. Tras la lectura, es fácil evidenciar que detrás de la obra hay una profunda labor de investigación que ha abarcado la consulta de documentación en numerosos archivos: Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares), Archivo General Militar (Ávila), Archivo Histórico Nacional. Sección Causa General (Madrid), Archivo Municipal de Badajoz y un largo etcétera.

Particularmente es una obra que me interesaba mucho, pues en ella aparece el nombre de uno de mis familiares, víctima del régimen franquista. Mi bisabuela, Ángeles Domínguez López, aparece entre las víctimas de la represión en la población de Fuentes de León. Poder conocer a través de esta obra la historia de la toma del pueblo familiar y que su nombre aparezca entre las víctimas de la represión es algo muy importante para los familiares, más aún cuando durante años fue algo que debía negarse o esconderse.  Queda aún mucho trabajo por hacer en este país en materia de Memoria Democrática, donde a pesar de tener una ley Memoria Histórica impulsada por el PSOE, aún hoy, casi ochenta años después del fin de la Guerra Civil no se tiene un censo oficial de las víctimas de la represión franquista. Como decíamos al principio, es hora de alejarnos de esa consabida historia oficial que no ha mostrado nunca la verdad. Esa falsa reconciliación entre vencedores y vencidos que no puede llegar jamás sin un proceso de justicia y reparación hacia las víctimas y sus familiares.

Lucía Expóxito

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